Concédeme un don, Padre mío,
Si aún tu gracia quiere abrigarme,
Un don sorprendente te pido:
Quieras mi admiración conservarme.
Aunque los vientos de la vida
Han arrancado mis gajos floridos,
Y la nieve sobre mi sien anida,
Y el dolor haya transido
Mi carne en forma incompasiva,
No quiero endurecerme,
No quiero ser fría,
No quiero que la amargura
Robe mi innata alegría.
Déjame ser niña todavía,
Mirar con ojos expectantes
La belleza de los detalles,
Quiero la ternura del infante
Que ve en cada cosa una historia
Nueva y sorprendente,
Que es capaz de agitarse
Sin temor al qué dirán
Por sus descubrimientos grandes.
¡No quiero encallecerme!
Quiero seguir siendo tierna,
Emocionarme y llorar
Por las cosas buenas…
¡Concédeme ese don, Padre!
Mirta López de Eisenkölbl
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