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noviembre 13, 2013

Daniel y la marmota


Daniel Webster vivía en una granja de las colinas de Nueva Hampshire.  El muchacho era pequeño para su edad.  Tenía cabellos negros.  Sus ojos también eran negros, pero eran tan oscuros y hermosos que quienes los veían no los podían olvidar.

Él era muy diferente a otros niños granjeros: tenía un corazón tierno y sensible.  Amaba los árboles, las flores y los animales silvestres e indefensos que hacían en ellos su hogar.  Esto, unido a la poca fuerza que tenía para realizar las duras tareas de la granja, hacía que pasara mucho tiempo jugando en el bosque y por el campo. 

Sin embargo, no era éste su único pasatiempo, aprendió a leer mucho antes de ir a la escuela.  Y leía tan bien que todos querían escucharlo.  Sus propios vecinos, al pasar junto a la granja, detenían sus carros para pedir que el niño les leyera algo.

En aquel tiempo no existían libros escritos especialmente para los niños.  En realidad, los libros eran escasos.  En la biblioteca de la granja había unos pocos ejemplares.  Daniel leyó tantas veces éstos y los que pudo conseguir, que llegó a saber todo cuanto contenían.

Esta capacidad lo llevó a aprender mucho de la Biblia.  Memorizó muchísimos versículos, que repetía sin equivocarse; y los recordó durante toda su vida.

El papá de Daniel era el Juez del condado.  Él amaba y respetaba la Ley, y deseaba que su hijo llegara a ser abogado.







“…una marmota hizo su madriguera al costado de la colina…” ¡Dibújala!


Cierto verano, una marmota hizo su madriguera al costado de la colina, cerca de la casa de los Webster.  En las cálidas y oscuras noches, la marmota salía de su escondrijo para comer las hojas tiernas del repollo y de otras plantas que crecían en la huerta.  Nadie sabía a ciencia cierta cuán dañino podía llegar a ser el animal. 

Daniel y su hermano mayor, llamado Ezequiel, decidieron atrapar al pequeño ladrón.  Probaron capturarlo de muchas formas, pero no tuvieron éxito.  El ladrón era demasiado inteligente para ellos.  Después de mucho tiempo de vanos intentos, armaron una trampa resistente.  La colocaron en el camino por el que solía transitar el animal, y… al día siguiente, ¡la marmota cayó en la trampa!

-¡Al fin la tenemos! –Gritó Ezequiel-.  Ahora, señor Marmota, llegó el final de tu carrera destructiva.  ¡Te mataré!

-No.  No la mates -dijo Daniel, compadecido del animal-.  Llevémosla al bosque que está detrás de las montañas.  Allí la soltaremos para que se vaya.
A Ezequiel no le gustaba nada la idea, pues su corazón no era tan tierno como el de su hermano menor.  Se rió de la propuesta de Daniel y quería, a toda costa, matar al dañino roedor.

-Preguntémosle a papá –dijo Daniel.

-De acuerdo.  Yo sé lo que el Juez va a decidir.  –Respondió Ezequiel.

Los muchachos alzaron la jaula con la marmota y se encaminaron al lugar donde estaba su padre.

-Papá, atrapamos al ladrón de repollos –dijo triunfalmente Ezequiel.

-Queremos saber qué haremos con él –añadió Daniel.

-Bien, muchachos –contestó el padre-.   Haremos lo siguiente: Celebraremos un juicio y ustedes serán los abogados.  Cada uno presentará su causa a favor o en contra del prisionero.  Yo decidiré el castigo.

Ezequiel, por la acusación, comenzó con el primer discurso: -Este ladrón ya hizo mucho daño.  Estos animales son malos y no se puede confiar en ellos. Me llevó tiempo y esfuerzo tratar de atraparlo, si ustedes lo soltaran otra vez, probablemente haga más daño que antes.  Su piel podría venderse por 10 centavos, pues es un animal pequeño; con todo, eso puede cubrir una parte del repollo que ha comido.  Si lo soltamos, ¿cómo recuperaremos ni siquiera un céntimo de nuestra pérdida?  Por consiguiente, es claro que el animal es más útil muerto que vivo.  Quitémosle, pues, de en medio lo más rápido que podamos.

Lo que dijo Ezequiel agradó mucho al juez.  Cuanto había dicho no era más que la verdad, y fue tan preciso en su exposición que sería muy difícil para Daniel rebatir sus argumentos.

Daniel inició su discurso rogando por la vida del animal: -Yo pido por la vida de esta criatura –dijo mirando fijamente el rostro del juez-.  Dios creó la marmota para que viva en libertad, para que goce de los bosques, del campo, de la naturaleza… Este animal tiene derecho a vivir, pues Dios mismo se lo concedió. 

-El Señor nos da el alimento.  En realidad, nos da todo cuanto tenemos, ¿cómo podemos negarnos a compartir tan sólo un poco con este pobre animal, que es también una criatura de Dios con los mismos derechos que tenemos nosotros a recibir los dones de nuestro Creador?

-La marmota no es un animal salvaje, como el lobo o el zorro.  Vive en quietud y paz; anda silenciosamente por el bosque.  Un agujero en la colina y un poco de comida es todo cuanto quiere.  Ella sólo dañó unas pocas plantas; las que le eran necesarias para seguir con vida.  Ella tiene derecho a vivir, a alimentarse y a ser libre.  Nosotros no tenemos autoridad para privarla de sus derechos.

-¡Miren sus ojos implorantes!  Su mirada es tierna.  Véanla temblar de miedo.  Ella no puede hablar, esta es la única forma en que puede comunicarse con nosotros y rogarnos por su vida, que le es tan preciosa… ¿Seremos tan egoístas que le quitaremos la vida que Dios le dio?

Mientras el juez escuchaba a Daniel, sus ojos se llenaron de lágrimas.  Emocionado, pensó que Dios le había dado un hijo que alguna vez sería famoso.  Y… sin dejar que la Defensa terminara el discurso, se levantó enérgicamente y secándose las lágrimas, exclamó:  -¡Ezequiel! ¡Deja en libertad a la marmota! 

ACTIVIDAD

Une con línea cada hecho con el orden secuencial que le corresponde

        1                El juez se conmovió por el discurso de Daniel
         2                 
Una marmota comió repollos de la huerta
            3                    El niño jugaba en el campo y aprendió a leer antes de ir a la escuela
            4                    Los muchachos capturaron al animal, lo encerraron y lo llevaron a juicio
            5                    Daniel vivía en una granja de Nueva Hampshire
            6                    Ezequiel y Daniel se propusieron atrapar a la marmota
            7                    El juez Webster mandó liberar a la marmota

            8                    Ezequiel acusó a la marmota y Daniel la defendió

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